Hablemos de mí


Empecé el contacto con la Psicología humanista y la terapia gestalt a los 29 años, en 1999, en donde una crisis personal de insatisfacción me brindó la oportunidad de empezar mi búsqueda.


Trabajaba entonces de psicóloga en un ayuntamiento y un día me pregunté ¿qué puedo yo curar profundo y transmitir verdadero  a los demás, si yo no me conozco realmente a mí? Me di cuenta de que colocarme en mi trabajo de psicóloga en una postura de “sabelotodo que te voy a decir lo que tienes que hacer en tu vida” me hacía mal, dejándome desnutrida. A la vez observé que a los pacientes solo le servía para tener enganche y dependencia conmigo y no para solucionar de verdad sus asuntos.


De forma paralela tenía una relación en donde me di cuenta de que el amor tal y como yo lo conocía no era suficiente para estar bien en pareja: tensiones, malentendidos, desencuentros y sufrimiento ganaban su batalla al amor.


Así, decidí dejar mi rol de psicóloga brillante, colgar la bata blanca, dejar esa relación loca y pasar a recibir ayuda, a ser una paciente comprometida con su proceso de autoconocimiento. Empecé entonces a practicar la meditación, a hacer terapia y a hacer la formación en la Escuela Madrileña de Terapia Gestalt.


Tras un tiempo volví a la psicología desde un sitio nuevo, de Terapeuta Gestalt, más humano, más de tú a tú, más profundo y más curativo. Mi proceso de desarrollo personal  y mi trabajo van de la mano. Solo puedo acompañar a mis pacientes a curar lo suyo si yo antes he bajado a mis tinieblas y conozco el camino de salida. Igual que para enseñar a nadar hay que saber nadar, para hacer una terapia con resultados profundos y reales, los profesionales tenemos que haber hecho terapia. Si yo he aprendido con mi proceso de crecimiento cómo desenredarme cuando me enfollono, cómo estar a gusto en mi piel, cómo recuperar mi equilibrio cuando me tambaleo y cómo ponerme de verdad en las relaciones, sólo entonces puedo yo ayudar a las personas en su búsqueda de bienestar y de tener una vida con sentido.


Con mi trabajo, quiero ayudar a mis pacientes a amigarse de sí mismos, a terminar con su lucha interior, a estar en armonía, a relacionarse con los demás de forma sana y nutritiva, a coger su sitio en el mundo y a estar en la vida de una forma plena. Esto solo puedo hacerlo si yo  he hecho ese viaje y lo tengo al día.


Reconocerme humana, que me equivoco, que tengo incoherencias, que a veces lo paso mal, que en ocasiones me pierdo, que me lío, que pierdo los nervios… y a la vez, he aprendido  a manejar todo eso para poder estar en paz, con alegría de vivir y ser yo misma.

Mi proceso me hace estar cerca de mi cuerpo, lo cuido, lo escucho, lo respeto; disfruto y gozo con él. Puedo también abrazar y aceptar esas cosas que me cuestan de mí; que a veces no soy amorosa, sino fría ; que en ocasiones estoy frágil y no tan fuerte como acostumbro; que soy a veces mandona, que fallo, que no soy perfecta, que soy humana. Me respeto y me amigo de mi misma en mis dificultades. A la vez, me doy permiso y libertad para hacer, sentir y pensar.

Desde aquí, respeto, ayudo y apoyo a mis pacientes en lo que es auténtico para ellos, conectándose así con lo que necesitan realmente para sentirse bien. También les confronto, en cómo se hacen trampas y no se escuchan; les señalo sus nudos internos y vamos a la raíz de lo que les deja insatisfechos y desnutridos. Juntos vemos como su corazón, su mente y sus acciones a menudo van cada uno por un sitio...En este darse cuenta, uno ya empieza  a entenderse, a verse, a quererse, a cuidarse y darse lo que necesita de verdad; el viaje de ser uno mismo.


Estoy comprometida a utilizar la psicología en su enfoque humanista, a través de la terapia gestalt, como herramienta para el buen vivir y para el desarrollo  máximo las potencialidades humanas. Quiero mostrar a mis pacientes y alumnos cómo ser ellos mismos y que descubran cómo poder estar en el mundo a su manera, relacionándose de forma satisfactoria para ellos y los que les rodean.