Terapia Gestalt Adultos

La Terapia Gestalt está dentro de la PSICOLOGÍA HUMANISTA.


Os explico a continuación...














CÓMO ES EL ENFOQUE HUMANISTA


  • Favorecer las relaciones humanas y la comunicación
  • Integrar la mente y el cuerpo en un organismo total.
  • Reequilibrar polaridades y terminar con la lucha interior (mente/cuerpo; hacer/ser; retirada/contacto; juez interno/niño interior; etc)
  • Trascender el ego y direccionarse hacia la totalidad que somos.
  • Confiar en el ser humano y su tendencia natural a la autorregulación.
  • Potenciar lo auténtico y único de cada persona, el ser uno mismo.

OBJETIVOS DE LA PSICOLOGÍA HUMANISTA

  • Destinado a cualquier persona que desee encontrarse mejor, no solo para caso clínicos.
  • Utilización de la conciencia y del darse cuenta para el desarrollo máximo de las potencialidades humanas.
  • Consideración global de la persona, con  una concepción integral del ser humano (mente, cuerpo, emoción, espíritu).
  • Acentuación en los aspectos existenciales (libertad, conocimiento, responsabilidad, espiritualidad, alegría de vivir…).

TERAPIA GESTALT

  • Responsabilidad. Hacernos cargo de nuestros pensamientos, acciones y sentimientos nos ayuda  a encontrar las soluciones a nuestros problemas, a coger las riendas de nuestra vida y a crear lo que queremos para nosotros.
  • Vivir aquí y ahora.A menudo tenemos la sensación de que la vida va pasando y nos la perdemos, bien añorando y recordando lo pasado, bien fantaseando e imaginando el futuro. La Terapia Gestalt nos ayuda a vivir en el presente de forma plena. La atención y el darse cuenta de nosotros y de la realidad, utilizados como herramienta para el crecimiento personal.
  • Placer y dolor. Con la terapia nos damos cuenta de que mucha de nuestra infelicidad es por no dar  al placer y al dolor un lugar como parte de la vida. Igual que la noche y el día, o el calor y el frío, ambos son necesarios. Entregarnos con aceptación a lo agradable y a lo desagradable, nos brinda mucha serenidad y paz interior
  • Ser uno mismo. Con el proceso terapéutico aprendemos a vivir a nuestra manera, a ser auténticos y creativos. Desarrollamos el autoapoyo, aprendiendo a escuchar y a confiar  en nuestra verdad interior. Sólo entonces podemos vivir de acuerdo a lo nuestro, sin importarnos tanto  la mirada social y presión externa. A la vez, nos volvemos más amorosos y generosos con el mundo que nos rodea, aunque sin saltarnos nuestros sentimientos y nuestras necesidades.
  • Autorregulación organísmica. El ser humano tiende al equilibrio. Si lo perdemos, con la ayuda necesaria a través de la terapia, podremos ver cómo nos alejamos de lo que nos sienta bien y nos llena, dándonos cuenta de cómo nos dañamos cuando nos ponemos falsos, manipulativos o evitativos. Con el trabajo personal recuperamos nuestro modo auténtico y sano de funcionar en el mundo que nos rodea.
  • Relaciones sanas para mí y para los demás. Normalmente en nuestras relaciones cotidianas uno u otro sale perdiendo (no me siento reconocido por mi jefe, tengo desencuentros con mi pareja, con mis padres siento distancia, no me siento entendido por mi amigo a nivel profundo, con mis hijos a menudo la relación es complicada…) En el proceso con Terapia Gestalt las relaciones se vuelven saludables y enriquecedoras. 
  • Autoconocimiento como fuente de desarrollo humano. Nos centramos más en el darnos cuenta que en cambiar, esto facilita la conexión con uno mismo y evita el estrés y la lucha interna que supone el “tengo que cambiar”. El cambio se da de forma espontánea con la toma de conciencia.
  • Libertad. Aprendo a no saltarme lo mío (pensamientos, sentimientos, necesidades, ganas de hacer algo), a no esconderlo, a no olvidarlo; a jugarlo, a hacerme sitio, a vivir lo que quiero. De forma paralela aprendo a escuchar de verdad, a ver al otro sin que ello implique renunciar a lo mío.


LOS PACIENTES ESCRIBEN...

“Darme cuenta de que en mi interior conviven y pelean : un personaje libre que quiere independencia y otro que es hogareño. El uno quiere libertad, explorar el mundo y no dar explicaciones; el otro estar en familia y es hogareño. Dar voz y salida a ambos, ver esta lucha primero para después  amigarlos, que se entiendan. Me centro. Esto me da mucho bienestar…”  (Carlos, 41 años)

“Fui a terapia por crisis de ansiedad. En pocos meses desaparecieron. Tuve que bajar a mis infiernos y recuperar mi confianza en la vida. Me comprendí. Quise profundizar más en el proceso, descubrí mi espontaneidad, mis ganas de vivir. Tomé fuerza y espacio. Sigo siendo miedosa, me escucho, me cuido. A la vez cojo valor y me atrevo con lo que me apetece de verdad” (Ana, 27 años)

"Compartir, compañía. Mirarme, mirarte. Soltar lo que no me vale, coger lo que quiero. Estar conmigo en mi dolor y en mi tristeza. Dejarme también expansionarme y gozar. Aquí y ahora, paso a paso..." (Blanca, 30 años) 

“Me cargaba con todo lo que no decía, callando, tragando, por no molestar, por agradar…he aprendido a no callarme si eso me deja mal, decir lo mío aunque al otro no le guste, a coger mi sitio. Estoy ligero, contento y mis relaciones son más de verdad. Fluir, dejarme llevar” (Julio, 33 años)

“Toda mi vida pendiente de los demás y viviendo hacia el mundo exterior. Con la terapia he aprendido a ver qué necesito, a nutrirme y a sostenerme. Parar, respirar, sentir mi cuerpo, mis tripas, mi corazón. Aflojar mi control y mis exigencias. Dejar que el cielo sea mi techo y la arena mi suelo. Abrirme y entregarme a veces. Cerrarme y retirarme otras. Dar, recibir. Una mano para mí y la otra para los demás. Quererme a mi primero para poder amar después. Vivir, disfrutar.” (Carla, 44 años)

"Darme cuenta de que la felicidad está en mi interior, en cómo yo me tomo las cosas. Necesito darme momentos para mí, para parar, respirar, estar consciente y descansar. No todo tiene que ser perfecto. Permitirme aflojar, así me dejo en paz y dejo en paz al otro. Ver mi machaque. Abrirme al humor y a esos ratitos cotidianos que me dan alegría y bienestar". (Gonzalo, 39 años)